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IA generativa y marketing: ¿»copy» del futuro?

La IA puede inspirar, pero no reemplaza ni la experiencia, ni la intuición, ni la empatía que se necesitan para contar historias.
Por Migdalis Pérez

Por Migdalis Pérez

«Prefiero que lo escriba la IA. Es más rápida y no se cansa», me dijo un cliente. Y ahí entendí que estábamos entrando en una nueva era del contenido.

No fue un reclamo. Tampoco una crítica directa. Fue una frase casual que me soltó con toda naturalidad mientras revisábamos ideas para su nueva campaña. Lo dijo como quien habla de una app útil para organizar el calendario.

Confieso que la idea me quedó rebotando en la cabeza. No porque me sintiera amenazada, sino porque me hizo pensar. ¿De verdad estamos dejando que la inteligencia artificial reemplace la chispa humana? ¿O simplemente estamos aprendiendo a convivir con ella?

Lo cierto es que la IA generativa ya no es novedad. Está en campañas, correos, redes sociales. Y aunque muchos clientes se están enamorando de su eficiencia, hay un punto clave que no deberíamos perder de vista: la IA puede inspirar, pero no reemplaza ni la experiencia, ni la intuición, ni la empatía que se necesitan para contar historias que de verdad toquen a las personas.

¿Nueva aliada del contenido?

La inteligencia artificial generativa —como ChatGPT, Claude, DALL·E o Midjourney— se ha vuelto una herramienta poderosa para algunos  marketers, copywriters y creadores de contenido. Algunos confiesan abiertamente que les permite generar ideas, esquemas, borradores e, incluso, textos completos en segundos.

Según un estudio de McKinsey (2023), el 79 % de las empresas que implementan IA generativa en marketing reportan aumentos significativos en eficiencia. Y el 68 % dice que también mejora la calidad del contenido. Pero como dijo Ethan Mollick, profesor de Wharton, en Harvard Business Review, «la IA no te hace innecesario”.

Mediocridad disfrazada de eficiencia

Uno de los riesgos más grandes al usar IA sin filtro es caer en la mediocridad disfrazada de eficiencia. Textos planos, frases recicladas, emociones fingidas. Porque, claro, la IA puede sonar humana, pero no siente lo que escribe.

Y lo que es peor: el algoritmo también puede equivocarse, sea con fechas, datos o enfoques. A veces, la IA puede mezclar eventos históricos o no actualizar la información correctamente, ya que se basa en datos previos que no se actualizan en tiempo real. Por ejemplo, si menciona que una ley fue aprobada en 2020 cuando en realidad se aprobó en 2021, es un error crucial que afectaría la veracidad del artículo.

Lo otro es que la IA no siempre verifica si las cifras están actualizadas o si las fuentes de donde extrae la información son confiables. Esto puede resultar en datos desactualizados o incorrectos. Esta tecnología igualmente puede generar contenido que carece de contexto crucial o que no refleja un enfoque apropiado para la audiencia.

Según Gary Marcus, profesor de psicología y autor en The New Yorker:

La IA aún carece de comprensión y contexto. Sus modelos pueden procesar grandes cantidades de información, pero no tienen la capacidad de entender realmente el significado detrás de los datos».

Y eso, tarde o temprano, se nota. Por eso, el papel del redactor, del storyteller, del creativo sigue siendo insustituible. Lo decía también la lingüista y experta en IA Carmen Torrijos en El País: «La IA no escribe desde la experiencia, sino desde la estadística. Y eso marca una diferencia abismal cuando se trata de emocionar”.

¿El futuro es IA + humanos?

Hoy, sigo teniendo reuniones con clientes que me preguntan: «¿Tú usas IA para escribir?» Y siempre respondo con honestidad: «No. Lo mío sigue siendo 100 % humano». No porque esté en contra de la tecnología, sino porque cuando se trata de escribir historias que de verdad conecten, emocionen o inspiren, prefiero seguir confiando en el pensamiento crítico, la intuición y la experiencia.

No todo tiene que ser inmediato. No todo debe ser automático. A veces, lo que hace que un texto funcione no es lo rápido que se escribe, sino el tiempo que se dedica a entender al otro. A ponerse en sus zapatos. A encontrar el tono justo, la emoción real, la pausa que engancha.

La inteligencia artificial puede ser útil en muchos procesos. No lo niego. Pero cuando hablamos de creatividad, de narrativa, de storytelling con alma, todavía no hay máquina que reemplace a una mente humana con intención y sensibilidad.

Ese sigue siendo mi lugar. Con teclado, con ideas propias, con palabras que nacen de alguien que mira el mundo con curiosidad y no con algoritmos.

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