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Porto’s Bakery: el sabor dulce de Cuba

Esta no es solo una panadería; es el legado de una mujer que horneaba pasteles en Cuba en medio de la escasez y la esperanza.
Por Migdalis Pérez

Por Migdalis Pérez

Rosa Porto, repostera apasionada y exiliada en Estados Unidos, convirtió su amor por la cocina en Porto’s Bakery, un emporio familiar que hoy endulza el sur de California con cada pastelito. Su hija Beatriz Porto, vicepresidenta de la empresa, no puede estar más orgullosa de lo que han logrado como cubanos.

Un sueño amasado en la escasez

En una Cuba donde todo escaseaba, menos el ingenio, Rosa Porto encontró en la repostería una forma de subsistir. Con su esposo Raúl trabajando en el campo, se vio sola con tres hijos y mucha incertidumbre. Entonces, animada por vecinos que ya conocían sus dotes culinarias, comenzó a hacer cakes para las fiestas.

Con ingredientes racionados que la gente le traía, Rosa cocinaba en secreto. “A medida que hacía más [dulces], mejoraba y hacía cosas más lindas. Y cuando tenían que pagarle, lo hacían con pollos, arroz o gallinas, porque no había dinero, ni nada que comprar”, rememora Beatriz con evidente nostalgia.

Del exilio a la esperanza

Después de ocho años de espera, la familia logró emigrar a Estados Unidos, en 1971. Ya en California, Rosa comenzó de nuevo: experimentó durante semanas hasta adaptar sus recetas a los ingredientes locales. Y en tan solo dos meses, horneó su primer pastel de bodas en suelo estadounidense.

Mientras su esposo trabajaba largas jornadas en una panadería industrial, ella cocinaba en casa. “Pronto preparamos el garaje del apartamento, y empezó a hacer croquetas, papas rellenas, pastelitos de carne… Y la gente llegaba por el boca a boca”, relata Beatriz.

Un rincón con sabor a hogar

Cinco años después, en 1976, la familia Porto abrió su primer local en Los Ángeles: una modesta panadería de 300 pies cuadrados. “Ya no cabía la gente en la casa”, argumenta Beatriz. Toda la familia colaboraba: los hijos después del colegio, el padre después del trabajo.

Lavábamos platos, veíamos a mi mamá decorar y aprendíamos todo lo que ella hacía”.

Poco a poco, el negocio creció. “De una panadería de 300 pies, subraya, pasamos a una de 3200 en Glendale, una ciudad donde había muchos cubanos”. De ahí, se mudaron al frente, a una panadería mucho más grande y, dos años más tarde, compraron un edificio en la misma zona y empezaron a tener muchísimos clientes.

Una familia, una pasión

Hoy, Porto’s cuenta con seis locaciones: Glendale, Burbank, Downey, West Covina, Northridge y Buena Park. Y están por abrir en el Downtown Disney® District y en Ontario, California. “Las ciudades nos buscan porque traemos empleo y pagamos muchos impuestos. En un fin de semana, destaca, podemos atender hasta 10,000 personas en un solo local”.

Pero el éxito no se mide solo en cifras. “Lo más importante es que siempre fuimos una familia unida. Mi mamá no tenía que pagarle a nadie, porque trabajábamos como familia. Además, ella era una mujer muy ahorrativa. Vivíamos con sencillez, y todo el dinero que se ganaba se reinvertía en el negocio”, subraya Beatriz.

El legado de Rosa

Rosa falleció en 2019, pero su huella sigue presente. “Dejó a una familia con seis panaderías y con la pasión por el negocio que ella nos enseñó. Como ella decía, la comida es amor. Y nunca, nunca se compromete la calidad del producto para ganar más dinero”.

Hoy, la tercera generación ya está involucrada en el negocio, manteniendo vivo ese espíritu. “Esperamos que también lo amen como nosotros”, dice Beatriz, quien resalta el apoyo de su familia a la comunidad. Actualmente, con cada tienda, Porto’s alimenta a diario a más de 400 personas sin hogar en Los Ángeles, al tiempo que colabora con escuelas y organizaciones, como AltaMed y Children Hospital, apoyando pruebas médicas gratuitas para latinos y cualquier persona necesitada.

“Esa es otra cosa que mi mamá nos enseñó: ‘En el momento que se pueda, hay que devolver lo que uno ha recibido’. Y eso es lo que hacemos”. Porque Porto’s no solo vende comida: sirve recuerdos, abraza a la comunidad y endulza el amor de una madre que, desde una pequeña cocina en Cuba, cambió el destino de su familia en Estados Unidos para siempre.


Artículo originalmente publicado en Negocios Now.

 

 

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