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Censura y libertad de expresión en redes sociales

Las redes prometieron ser un espacio libre, pero hoy, no sabemos quién tiene realmente la última palabra con tanta censura.
Por Migdalis Pérez

Por Migdalis Pérez

Todo empezó con un post que nunca vio la luz. Era una publicación simple: una opinión sobre una noticia que estaba en tendencia. Nada incendiario. Pero cuando revisé unas horas después, ya no estaba. Ni en mi feed, ni en el de nadie. ¿Error? Nope. Shadowban.

Desde entonces, me obsesioné con entender qué pasó. Y esa curiosidad me llevó a un tema más profundo, más incómodo: ¿cuánta libertad tenemos realmente en las redes sociales? ¿Quién decide qué se ve, qué se oculta y qué se bloquea?

La promesa rota de las redes sociales

Cuando llegaron Facebook, Twitter (ahora X), Instagram o TikTok, nos vendieron la idea de una gran plaza pública digital. Un lugar donde todos podíamos hablar, compartir y expresarnos libremente. Pero esa utopía se fue desmoronando conforme las plataformas crecieron y los intereses (económicos, políticos, sociales) se volvieron más grandes.

Hoy, el 71 % de los adultos en EE. UU. usan redes sociales, según Pew Research Center. Y sin embargo, más del 65 % cree que las plataformas censuran contenido político, ya sea de forma parcial o total. En España, el debate se ha encendido también: ¿es censura cuando te bajan un post por “violar las normas”, aunque no sepas exactamente cuál?

Los algoritmos mandan, pero nadie los entiende

Uno de los grandes problemas es la opacidad. Los algoritmos son cajas negras, controladas por empresas privadas, que deciden qué aparece en tu feed y qué no. Y eso tiene consecuencias.

El algoritmo no censura como un dictador clásico, lo hace de forma más sutil: decide qué amplifica y qué entierra”.

Así piensa Zeynep Tufekci, socióloga y experta en tecnología, según un reporte de The New York Times.

En 2023, por ejemplo, Instagram y Facebook fueron acusados de limitar el alcance de publicaciones relacionadas con la guerra en Gaza. Usuarios de diferentes países reportaron que sus stories sobre el conflicto eran eliminadas o pasadas a un segundo plano en el algoritmo sin explicación clara.

Censura maquillada de moderación

Las plataformas insisten en que no censuran, sino que moderan. Que lo hacen para evitar desinformación, discurso de odio o contenido peligroso. Y sí, eso es necesario. Pero ¿quién pone los límites?

A veces, esa “moderación” se convierte en censura pura y dura, sobre todo en temas sensibles: política, conflictos internacionales, sexualidad, derechos civiles.

En palabras de Carissa Véliz, profesora de filosofía en la Universidad de Oxford, en una entrevista con El País:

Las plataformas digitales se han convertido en jueces de lo que es verdad, sin transparencia, sin rendición de cuentas y sin normas claras”.

¿Y ahora qué?

Este no es un llamado a la anarquía digital. Nadie quiere redes sociales llenas de odio o fake news. Pero sí necesitamos más claridad y más control ciudadano. Tendría que haber una mayor transparencia algorítmica, es decir, que sepamos cómo se decide qué vemos y qué no.

Desde luego, también debería haber una regulación pública y no solo corporativa, pues las plataformas no deberían ser jueces y parte. Y, cómo no, igualmente debería haber derecho al recurso: si te censuran o «banean», que puedas apelar con reglas claras, que te contesten y que no dejen en manos de una máquina la decisión final sobre tu caso.

En Europa, la Ley de Servicios Digitales (DSA) está comenzando a exigir a las big tech más responsabilidad. En EE. UU., el debate sigue, entre la defensa de la libertad y el miedo al caos.

Más voz, menos silencios

Volviendo a mi post perdido, lo reescribí. Cambié un poco las palabras, suavicé el tono. Esta vez sí pasó el filtro. Pero no fue lo mismo. No sentí que era mi voz la que se leía.

Y ahí entendí que el problema no es solo que te borren un mensaje, sino que, poco a poco, te acostumbres a autocensurarte para no meterte en líos con el algoritmo.

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