Imagina que caminas por la calle y ves a alguien con unos tenis que parecen haber sobrevivido a una tormenta. Están rotos, sucios, con agujeros, pero en lugar de ser el resultado de años de uso, son nuevos y cuestan más de mil dólares. Esto no es un accidente, ni un descuido: es moda, según algunas marcas de renombre.
El lujo de parecer pobre
Las grandes firmas llevan años explorando lo underground, inspirándose en lo callejero, lo grunge y lo descuidado, pero en los últimos tiempos, han llevado la tendencia al extremo. Zapatos que parecen sacados de la basura, bolsas que imitan las de mercado de barrios humildes, ropa con apariencia de segunda mano vendida a precios de escándalo.
¿Es esto una crítica social? ¿Una estrategia de marketing provocadora? ¿O simplemente una forma de romantizar la pobreza mientras se lucra con ella?
Balenciaga y los tenis destruidos
Uno de los casos más sonados fue el de Balenciaga, en 2022, cuando lanzó una edición limitada de los “Paris Sneakers”, un modelo que parecía haber sido usado hasta el cansancio. Con suelas desgastadas, tela rasgada y un aspecto de haber pasado meses en la calle, estos tenis se vendían por $1850 dólares.
La reacción fue inmediata: redes sociales estallaron con críticas. “¿Por qué los ricos pueden disfrazarse de pobres y hacerlo ver cool?” preguntaban algunos usuarios. La polémica creció tanto que la marca tuvo que salir a aclarar que la versión más “destruida” solo se usó en la campaña publicitaria y que los modelos a la venta estaban “menos dañados”.
Sin embargo, la indignación no se apagó. The Salvation Army, una organización benéfica, respondió con la campaña “Truly Destroyed”, donde mostraban zapatos auténticamente desgastados por personas sin hogar, con el mensaje: “Estos sí son destruidos de verdad”. Además, los vendieron a $2.17 dólares con el objetivo de recaudar fondos para ayudar a quienes realmente necesitan ropa y calzado.
Así lo explicó Thamar Keuning, oficial de marketing de Salvation Army:
Los zapatos destruidos de una persona sin hogar, en comparación con los productos de alta moda de esta industria, reflejan literal y simbólicamente la desigualdad en el mundo”.
Bolsas de mercado y moda de barrio
Este fenómeno no es nuevo. En 2017, Balenciaga también desató controversia cuando lanzó un bolso de $2145 dólares que se parecía a las bolsas de plástico azul que se usan en los mercados de bajos recursos en Asia y América Latina. En ese mismo año, la marca también presentó una bolsa de compras similar a la de IKEA, pero vendida por $2145 dólares, cuando la original costaba apenas $0.99 en la tienda sueca.
Otras marcas han seguido el mismo camino. En 2018, Gucci vendió unos zapatos “sucios” por $870 dólares y en 2023, Diesel presentó una chaqueta que imitaba las manchas de grasa y suciedad por $1000 dólares.
El problema no es solo estético, sino simbólico. Esto es lo que piensa Sophie Hanson, periodista de moda: «Cuando la moda convierte la pobreza en una tendencia, se banaliza el sufrimiento de quienes no eligen vivir así”.
Entonces, ¿dónde está la línea entre la inspiración y la apropiación? Ciertamente, la moda siempre ha tomado referencias de la calle, del punk, del hip-hop y de las culturas marginales. Pero cuando se convierte en un producto de lujo inaccesible para quienes realmente viven en esas condiciones, la línea entre la inspiración y la apropiación se vuelve borrosa.
El problema de estas tendencias no es solo que sean caras, sino que convierten la precariedad en algo aspiracional para los ricos, mientras quienes realmente viven en la pobreza siguen siendo estigmatizados.
“Si alguien de bajos recursos usa ropa rota, lo llaman descuidado. Pero si es de una marca de lujo, es cool y vanguardista. ¿Cómo se explica esa contradicción?”, preguntó un usuario en Twitter durante la polémica de Balenciaga.
El papel de la moda en la desigualdad
No nos engañemos: la industria de la moda tiene un poder enorme para cambiar narrativas y cuestionar realidades sociales. Sin embargo, cuando se lucra con la apariencia del sufrimiento, se corre el riesgo de trivializar experiencias reales.
Personalmente, cuando veo una carísima prenda destroyed en una tienda de lujo, no puedo dejar de preguntarme: «¿Esto es una declaración de moda o simplemente una burla disfrazada de tendencia?».